Zulia: A los tiroteados los “pelotean” en hospitales por falta de insumos

Una bala calibre nueve milímetros se incrustó en la cabeza de Maikol José Leal Urribarrí. Se negó a entregar su teléfono celular y sin piedad sus asaltantes le dispararon. La sangre que supuraba por su herida tiñó de rojo su piel morena, que de a poco se palidecía. De un hospital a otro perdió la vida. Un viacrucis vivió el joven de 24 años para que le salvaran la vida.

Le dispararon el martes 9 de agosto, a las 10:00 de la noche, mientras acompañaba a cenar a su novia, en el frente de su casa, en la calle JJ con FF del sector Puerto Escondido, del municipio Santa Rita. Dos desconocidos lo interceptaron, mientras hablaba con su pareja. Le exigieron su celular y al negarse lo hirieron. Los delincuentes huyeron en motos con el equipo telefónico en su poder. Los gritos de auxilio de Darelis Valbuena alertaron a la comunidad.

Con ayuda de su familia lo trasladaron hasta el Materno de Santa Rita. Los médicos lo atendieron como pudieron. No tenían los insumos su cientes para detener el sangrado y estabilizarlo. A los doctores no les quedó más remedio que llamar de urgencia a una ambulancia para remitirlo a un hospital. Mientras, Maikol luchaba por sobrevivir. La familia estaba con el alma pendiendo de un hilo. La agonía aumentaba con la espera de una ambulancia. Al llegar la unidad luego de al menos media hora de espera, lo subieron en una camilla y le colocaron oxígeno. La ambulancia arrancó con rumbo a Maracaibo. Los paramédicos le tomaban el pulso que cada vez estaba más lento. Un paro cardiaco anunció su n. Los especialistas lograron devolverle el pulso. Cuando llegó a la emergencia de trauma shock del Hospital General del Sur, lo abordaron dos residentes de Cirugía General, cuenta uno de los galenos.

“Al llegar una persona herida por arma de fuego es recibida por residentes y luego abordado por seis superiores en Cirugía General, quienes tratan al paciente hasta operarlo”, explicó el especialista a Versión Final. La situación económica del Hospital Dr. Pedro Iturbe y del resto de los centros de salud pública del país es de crisis. Los insumos médicos son muy pocos, denuncian los doctores y enfermeros.

“A los baleados los atendemos con lo más básico. Como una solución – siológica y un yelco que cuesta desde 750 a 800 bolívares. Hay cosas esenciales como la adrenalina que vale siete bolívares, el anestésico con un costo de 650 bolívares, los guantes, gasas, sueros o sutura, que no las tenemos y hay que mandar a comprarlo con los familiares de las víctimas”, reveló uno de los especialistas que recibe a los baleados en la emergencia. VIACRUCIS // A los tiroteados los “pelotean” en hospitales por falta de insumos Proyectiles mortales Hasta 200 mil bolívares consume un paciente herido de bala en un centro de salud público A Maikol Leal lo mantuvieron con vida al menos 20 minutos, pero antes de ser intervenido quirúrgicamente sufrió otro paro cardiaco y falleció. Como este joven baleado, al “sanatorio” ingresan hasta cuatro casos semanales.

Médicos de este centro aseguran que los fines de semana, entre sábado y domingo, acostumbran a recibir unos 10 tiroteados, cifra que coincide con los ingresos del Hospital Universitario de Maracaibo, según los funcionarios de la policía regional que hacen guardia en sus afueras. En el Hospital Adolfo Pons, al norte de ciudad marabina, según el personal que coordina la emergencia, por semana ingresan aproximadamente cinco heridos de bala. Padecimiento Martha Linares gastó casi 200 mil bolívares para poderle salvar la vida a su hijo, quien recibió dos balazos en el abdomen, durante una balacera, en el barrio Santa Rosa de Agua, parroquia Coquivacoa. La mujer, a las afueras del Pons, pre rió omitir el nombre de su muchacho. Asegura que le ha costado mantenerlo con vida, porque tiene que llevarle hasta “las sábanas para que las enfermeras le cambien el forro a la cama”. Un mes estuvo hospitalizado el hijo de 20 años, de Linares.

Para ella el sector salud hace la tragedia familiar más agobiante, porque en vez de ayudar “hacen la pesadilla más aguda, sabiendo que somos personas humildes y que por ello estamos en un centro público. No tienen nada”, expresó.

DC|VF

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