Reingeniar la política, por Alfonso Hernández Ortiz (@AlfonsoZulia)

Considero que es público y notorio, que la gente está agotada de la forma tradicional de hacer  política,  los métodos aplicados durante los últimos años han desgatado la paciencia y la esperanza de la ciudadanía, marchas y contramarchas, entre discursos llenos de promesas y expectativas de cambio y revolución, ya no despiertan el interés, ni la reacción esperada, a estas alturas solo generan fatiga ciudadana, el ciudadano de a pie está a la espera de alternativas y propuestas viables que se vinculen con su día a día, es decir con su necesidad, difícilmente podrá la clase política conectarse con el clamor de un pueblo, mientras su forma de vida es muy distinta a la penuria que el mismo está padeciendo, se requiere de mucha empatía, creatividad,  iniciativas de desprendimiento, movilidad, entrega honesta y verdadera de todos los involucrados, para lograr despertar la pasión de las mayorías.

Hasta la fecha en Venezuela, la política se ha visto empañada de señalamientos del pasado y descalificaciones del presente, la estrategia de la confrontación, defensa, ataque y contra ataque ha sido la constante, cada tendencia asume tener la razón y con el tiempo el oficialismo desde el gobierno se ha especializado en defenderse y la oposición desde la (MUD) ha estado buscando la manera de encontrar su talón de Aquiles, los desaciertos y las consecuencias han sido funestos, ya que no hemos logrado avanzar como país, el diagnóstico de la crisis económica es más que evidente y la presión social va en avanzada, sin dirección, ni liderazgo que la capitalice, los indignados, cada día son mayoría, ante el desconcierto entre los actores de la clase política.

Ciertamente, hay que valorar el esfuerzo y la entrega de hombres y mujeres que luchan día a día para lograr un mejor país, finalmente la gran mayoría lo hacemos desde nuestras respectivas ocupaciones y responsabilidades, anhelamos un cambio de nuestra calidad de vida y aspiramos vernos representados por una dirigencia política con una visión de país incluyente, honesta, comprometida, que hable con la verdad y esté en sintonía con las luchas ciudadanas, distintos a quienes han hecho de la política una profesión para vivir y ostentar de sus privilegios, distintos a los fatalistas y demagogos que con promesas reiteradas e incumplidas, solo han logrado generar mayor escepticismo, frustración y desesperanza. Sin esperanza, es muy difícil reaccionar y pasar a la acción, muy fácil tender a no hacer nada, idealizando el pasado o esperando pasivamente como espectador que surja un mesías que nos saque de esta crisis.

Ante la desesperanza, los miedos y la incertidumbre, nos corresponde prepararnos para afrontar los retos que nos depara el futuro, los problemas del país y los de nuestro bolsillo no los va a resolver la clase política, con tantos torpezas desde el gobierno y la oposición, nos corresponde vencer el determinismo y el fatalismo, asumir con mayor responsabilidad nuestros compromisos ciudadanos, velar por nuestras familias, involucrarnos en nuestro entorno, dar lo mejor en nuestros trabajos, esforzarnos más en los estudios, empoderarnos de nuestras vidas, organizarnos en pro de nuestros intereses colectivos y comunitarios, muchas cosas pueden hacerse a favor de los grupos más vulnerables, del medio ambiente, de los espacios públicos y de esparcimiento, con el involucramiento y participación de todos.

Despertar la esperanza, será el desafío de una nueva camada de líderes políticos, empresariales, sociales, ciudadanos que ya están en el escenario, simplemente esperan su momento, luchan por desplazar las elites retrógradas, agotadas, sin proyectos y sin rumbo, desconectada totalmente del sentimiento país y aunque se imponen tiempos difíciles, habrá capacidad de liderazgo para mostrar el camino a seguir, ante tanta incertidumbre, habrá que confiar, vencer el miedo y tomar el camino correcto que nos permita evolucionar como nación, por lo tanto, la salida de la crisis, está en cada uno de nosotros, en nuestro compromiso, deseo, voluntad, en nuestra capacidad de apoyar y seguir ideas y tendencias portadoras de futuro, más que promesas mesiánicas; confiar que nuestro país saldrá adelante, proyectar el país que queremos, creer, trabajar en ello, dar lo mejor por Venezuela, mientras la política logra reingeniarse.

 

DC / Alfonso Hernández Ortíz / Politólogo – Abogado / dialogopublico@gmail.com / @AlfonsoZulia

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