El lloriqueo del poder, por Golfredo Dávila (@golfredodavila)

Es natural y comprensible que los venezolanos nos quejemos. En cualquier rincón del país vemos como ciudadanos de todos los estratos protestan a diario ante tan agobiante situación. Lo que resulta paradójico es observar a los voceros del régimen chillando, pero no precisamente por ver sufrir al pueblo, de seguro es por miedo a perder el poder.

 

El descontento y la protesta tienen justificación plena. Los trabajadores se quejan por la disminución, nunca vista, del poder adquisitivo del salario; los industriales por sus empresas en quiebra; los productores del campo por no conseguir a tiempo las semillas de arroz o maíz, o por perder las cosechas de papa o zanahoria luego de que Agro Patria les vendiera semillas importadas en mal estado; otros lloran por sus hijos y familiares muertos a causa del crimen y la inseguridad desatada, o por falta de medicinas; están los que denuncian el caos de los servicios públicos; los que sufren por el hambre y la miseria; algunos criticamos lo vapuleada que está la educación y la academia; los cercados por la impotencia que produce tanta corrupción y los desencantados.

 

El pueblo siente que los jerarcas que disfrutan de las mieles del poder se ríen de su drama, sólo lloriquean por el peligro de perder sus privilegios. Esa conducta indolente es apreciada como un dantesco irrespeto al sentir de la gente, lo cual genera dolor y rabia al mismo tiempo. Al régimen se le agotó su tiempo, ellos quisieran más poder, pero cuando maniobran para eternizarse allí, pierden fuerza y respaldo popular, esta es la verdadera causa de su desconsuelo. Entraron a un círculo vicioso, del que no pueden escapar, mientras más chillan y vociferan mentiras son más rechazados. Evitar contarse, después de jactarse de haber roto el récor de elecciones realizadas, es la mejor muestra de debilidad. Ahora como nunca, están más aislados de un pueblo que los está llevando a la tumba.

 

No es casual que actúen como fiera herida, amenazando y reprimiendo la disidencia; la protesta retumba en sus oídos, responden con estupideces a cualquier denuncia; sueltan el llanto cada vez que la Asamblea Nacional aprueba una nueva ley ajustada a derecho y a la Constitución; y por el terror que les produce el revocatorio, inducen a las instituciones que tienen a sus pies como el CNE y el TSJ a no dar tregua a la legalidad y a provocar la ruta de la violencia, donde ellos se sienten como pez en el agua.

 

Las mayorías apuestan al revocatorio presidencial, por ser la vía pacífica más expedita para resolver la tragedia que sufrimos; el régimen cierra los caminos, azuza el caos y la anarquía; estimula otros escenarios, porque sería una tragedia para ellos perder el poder con los votos, la vía violenta sería melodía para sus oídos, porque en ese terreno tienen todo a su favor, cuentan con dinero y armas, o pueden sacar de la manga un autogolpe militar.

 

Sea cual sea su estrategia, ya se ganaron el repudio de la sociedad y no podrán detener el cambio. Y aun cuando sería un error para la oposición cantar victoria por anticipado, la mejor respuesta frente a este adefesio autocrático es el optimismo. La Venezuela de paz, de justicia, democracia y prosperidad, no está muy lejos. La mayor confianza en el cambio político la propicia el lloriqueo de los voceros del régimen.

 

 

DC / Ing. Golfredo Dávila / Secretario General de Vanguardia Popular en el Zulia / @golfredodavila

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