Así mengua la producción nacional

Los Delgado nunca han visitado un sembradío. Su vida, reducida a la búsqueda de alimentos para el sustento, no ve más allá de los cinco puestos que deben ocuparse en la mesa tres veces al día. Desconocen la textura de los campos, ignoran si en 2017 darán frutos las semillas de arroz, granos, maíz, papas, cebollas, pimentones, zanahorias o tomates que hoy mojan la temporada de lluvia.

Todo lo que ocupa la mente de Johana son sus hijos y su esposo, además de su madre, hermanos y sobrinos que no comen bien desde inicios de año porque su ingresos no son su cientes: ella es peluquera y su marido trabaja de manera informal en “lo que salga siempre que sea honesto”. A la semana, puede recibir, a cambio de sus servicios, no más de cinco mil bolívares.

Los campos están mojados, listos para la cosecha, pero eso lo ignoran los Delgado, y muy probablemente sus vecinos del barrio 27 de febrero, al oeste de la parroquia Idelfonso Vázquez, donde el arroz con huevo o mortadela, bofe —vísceras de reses— y arepas sin queso y sin mantequilla son un manjar.

La familia Canadell hizo una sola comida el martes pasado y solo fueron un par de panquecas secas. Todo esto es así porque las proteínas consumidas vía carne de bovino, carne de pollo o huevos sobrepasan los cinco mil bolívares semanales de los Delgado y superan los ingresos mínimos de los Canadell. Los controles de precios forjados por el Gobierno no satisfacen la estructura de costos de la ganadería bovina ni de las aves, explica Werner Gutiérrez, profesor de la Universidad del Zulia e ingeniero agrónomo. Por ende, hay desmotivación en el sistema y se cae la producción de la nación.

El año agrícola 2016 se perdió. “El maíz, principal cultivo del país, solo alcanzó a cubrir el 50 % de lo planificado en Barinas concluida la época de siembra”. En Portuguesa, las lluvias intensas de las últimas semanas impidieron la siembra de maíz, y se conformarán con alcanzar un 80 % de la superficie estimada. “De Guárico, las proyecciones son pesimistas, y se espera que pudiese cubrir un 50 % de lo proyectado. En resumen, de 700 mil hectáreas que se prometían alcanzar de maíz, solo lograremos sembrar alrededor de 400 mil”.

Desde 2010 no se siembra suficiente maíz en el país. La Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro) apunta que para entonces se cosecharon 799.712 hectáreas de este rubro. Ya para 2014 la siembra fue de 515.611 hectáreas. Esto denotó “una caída de 36 % en la superficie cosechada”.

Los Delgado y los Canadall aman el café. Solían merendar con él a eso de las 3 o 4 de la tarde. Frecuentemente, lo acompañaban con galletas dulces si no tenían leche. Ahora, los paquetes lo
encuentran en los supermecado hasta en tres mil bolívares. Una de las causas de alza de precios es la poca producción.

En 2010, se cosecharon con éxito 190.440 hectáreas de café. Cuatro años después, Fedreagro advertía de un declive de 12 por ciento en las siembra, pues en 2014 se consecharon en los campos 168.426 hectáreas. Werner Gutiérrez pronostica que para finales de año y principios de 2017 la situación alimenticia empeore.
“Desde 2007, alertamos al país junto con otros grupos de especialistas en el tema agrícola. De continuar el modelo impulsado desde el Gobierno nacional, llegaríamos en pocos años a una caída, ya no circunstancial, sino estructural de la producción interna de alimentos”.

Esta disminución tiene treinta millones de rostros. En el Zulia, sobreviven, por lo menos, cuatro mil. Adiós a la arepa La última vez que Augusto Lara se comió una reina pepiada recordó cuando Rosa iba todas las tardes a la casa de Los Estanques, en Pomona, para hacerle las arepa a su abuela Ana. Llegaba la señora a las 4 y amasaba un paquete de harina Pan. Había arepas en el budare desde las 4:30 y todo el que llegaba se iba con el sabor en la boca. Ana observaba a su amiga mientras rallaba el queso y buscaba la mantequilla. Aquello era una práctica familiar que se repitió por 20 años, hasta que comenzó a escasear la materia prima para ese polvo mágico. Werner Gutiérerez explica que entre 1995 y 2005, “la producción de maíz experimentó un incremento del 89 %”, sin embargo, la mala racha se dio a partir de 2008. Hasta ese año, precisamente, se hicieron arepas colectivas en casa de los Lara.

Menguó la superficie sembrada “y desde 2008 al 2015 se produjo una caída en la producción interna del 58.5%”. Este número obliga al Estado a importar este cereal. “Hoy, se estima que el 50 % del consumo nacional, debe ser importado”. Con esto sí se puso dura la arepa en casa de Augusto Lara. Donde vive hay muchos mercados populares y poca comida. La harina precocida la venden en mil 800 bolívares. Para la cena de tres días necesita dos paquetes, y si los compra, debe pagar tres mil 600 bolívares, es decir, casi la mitad de su quincena (Bs. 7 mil). El precio del kilo de harina es 190 bolívares, así lo determinó la Superintendencia de Precios Justos en mayo. Antes, costaba 19. Gutiérrez apunta que la industria pierde, en promedio, 30 bolívares por cada paquete. Hay un nuevo fenómeno que responde a las desigualdades en los márgenes de ganancia de empresarios venezolanos y colombianos. El criollo le pierde a la harina. Esto no se explica, argumenta José Camargo, coordinador de los Círculos Bolivarianos del Zulia, pues desalienta la producción.

Empresas Polar cubre 50 % de la demanda interna del maíz. “Según sus estructuras de costos, el precio de venta del paquete de harina debería ser 230 bolívares considerando que el nuevo precio fijado al maíz blanco es de 96.5 por kilogramo”, sostiene Gutiérrez. En Venezuela hay 18 plantas de harina de maíz estatales y nueve privadas, aún así sus cosechas no satisfacen la demanda de 30 millones de venezolanos. La escasez de este rubro es de 80%. “Empresas Polar requiere en el año 1.400.000 toneladas de maíz blanco; de manera urgente aseguran necesitar 400 mil toneladas. Estas deben ser importadas por el Gobierno”.

Flaquean estómagos La canasta alimentaria aumentó 766,3 % en un año. Hasta junio, se ubicaba en 277.432,88 bolívares. Las familias Delago, Canadell y Lara necesitarían 18 sueldos mínimos para costearla. Pero no tienen: resuelven con una dieta con poca proteína, basada en huevos, mortadela, bofe, yuca y arroz. “La dieta de Maduro”, la llaman. El debilitamiento en el consumo percápita de alimentos está por encima del 50 %. A finales de año, ejemplifica Gutiérrez, se pasará de un consumo 35 kilogramos de harina de maíz por persona al año (p/a) a 10. En cuanto al arroz,la disminución será de 25 kilogramos por p/a, a 9, mientras que azúcar bajará de 40 kilogramos p/a, a 10. Y el café quedará así: de 2.5 kilogramos por p/a, a 400 gramos. Johana Delgado ha perdido peso, no tanto como su vecina Canadell. Si no come debidamente, no trabaja bien. Y si no produce, no viven bien ni ella ni sus hijos.

DC|VF

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