Historias de pretorianos, por Jesús Rangel Rachadell (@rangelrachadell) 

El presidente decidió gobernar con los militares, a quienes ha colocado en puestos claves. Les entregó la alimentación del pueblo, las finanzas del Estado, el control de la seguridad y protección integral de los ciudadanos contra hechos delictivos, y muchas otras actividades; el problema es que quien se rodea solo de militares le puede pasar como a muchos emperadores, como les cuento a continuación.

La guardia personal de los emperadores romanos se llamaba pretoriana por estar al lado de la tienda de campaña principal o Pretorio. Esta guardia estaba conformada por los mejores y más recomendados soldados –se exigía una estatura de 1,75 metros, se rechazaba a los retacos y gorditos-. Con el paso del tiempo creció hasta convertirse en una institución muy poderosa, que llegó a nombrar, deponer y subastar el cargo de emperador de Roma.

Los pretorianos eran los mejor pagados, ganaban el triple de los demás soldados, y cada vez que llegaba un nuevo emperador recibían donativos extraordinarios, equivalente al sueldo de varios años; tanto dinero los hizo corruptibles. Eso es como si se le entregara a los militares compañías de seguros, bancos, medios de comunicación, empresas petroleras; para su total y absoluto control.

El Jefe del Pretorio era el militar con más poder en el imperio, y llegó a gobernar en época de Tiberio, quien delegó la administración del imperio a su Prefecto del Pretorio Lucio Elio Sejano, hasta que Tiberio decidió acusarlo por traición, y fue condenado a muerte por el Senado (el cuerpo de Sejano terminó en el río Tiber). Es como si un presidente delegara todo su poder en un militar, y luego se lo quitara.

Los pretorianos iniciaron el derrocamiento de emperadores en el año 41, cuando asesinaron a Calígula, y siguieron con: Galba, Vitelio, Domiciano, Cómodo, Pertinax, Didio Juliano, Caracalla, Heliogábalo, Balbino, Puepieno, Gordiano III, Aureliano y Probo.

Eso me recuerda al presidente Allende que, en pleno golpe de estado en Chile, pedía la presencia de Pinochet, su militar más confiable.

Tanto poder sirvió para encumbrar a otros emperadores, como hicieron con Claudio inmediatamente después de haber matado a Calígula. El favor se lo hicieron a Otón, Domiciano, Alejandro Severo y Gordiano III.

La subasta del cargo de emperador fue una nota curiosa en la historia romana. Los pretorianos, desde las murallas de la Casta Pretoria, subastaron el imperio al mejor postor, el ganador de la subasta fue Didio Juliano, quien se dice pagó 25.000 sestercios por soldado (los obreros ganaban de 700 a 2.000 sestercios al año). Mientras existió la Guardia Pretoriana todos los emperadores pagaron un donativo, antes o después de llegar al cargo.

Ante los desmanes de los pretorianos Septimio Severo decidió sustituir a los soldados Itálicos por soldados de Panonia (Hungría y otros países), mejorando sin transformar la institución. Ulpiano, uno de los más famosos juristas romanos, fue Prefecto del Pretorio del emperador Alejandro Severo, último de la dinastía Severa. A Ulpiano lo mataron los pretorianos para entorpecer la reducción de su poder.

Los pretorianos desaparecieron cuando se anotaron mal, apoyaron a Majencio en contra de Constantino I, quien ganó la batalla del Puente Milvio, inaugurando la tolerancia hacia los cristianos. Constantino disolvió a los pretorianos, los repartió por el imperio y demolió la Casta Pretoria o cuartel general de los pretorianos.

Hay que estar pendiente de esto, el que se anota mal, mal le va. Los signos de los tiempos nos dicen que estamos en transición, lo dicen los funcionarios públicos, los jueces, los policías, los taxistas. La transición no se la han dejado a los militares, le están entregando cada vez más poder, buscando que sean el fiel de la balanza, que ante el riesgo de disolución del Estado sirvan como pegamento, pero a ellos no les pertenece la transición.

El inconveniente es que los militares no tienen legitimidad para una transición por ser los responsables directos de la escasez, la falta de comida, y el desorden económico. Han mandado a sus anchas sin haberse ganado ese derecho, y no me vengan a decir que son los herederos del ejercito libertador ya que este fue disuelto apenas se logró la independencia –con su consecuencia de caudillaje y montoneras-. El ejército que tenemos es el fundado por Juan Vicente Gómez en el año 1910, cuando crea la Academia Militar de Venezuela, que ahora declara que la “misión de la Academia Militar del Ejército Bolivariano, es educar de forma integral y con Valores éticos, morales espirituales y socialistas”. Prefieren ser socialistas a pasar escardilla al sol.

Los militares que conozco son personas muy comunes y corrientes, con las mismas virtudes y defectos que cualquier otro venezolano; con la diferencia que creen que el país les debe algo; si no se los dan están dispuestos a cobrárselo. Ellos recibieron educación gratis, y actualmente dejan que otros roben escondidos detrás de una ideología. Si el levantarse temprano les diera algún derecho habría que preguntarles a los miles de venezolanos que tienen que madrugar en busca del sustento o a hacer cola para conseguir alimentos. A estos venezolanos si se les debe algo, la paz, la tranquilidad, la comida y el tiempo perdido en las colas.

Los pretorianos fueron un mal necesario en Roma, nuestros militares no son un mal necesario, son la demostración del mal gobierno que siempre hacen los militares.

Y recuerde Maduro, lo que dijo el presidente copeyano Luis Herrera Campins: “Los militares son leales hasta que se alzan”.

 

DC / Jesús Rangel Rachadell / Abogado – Profesor / @rangelrachadell

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