Camilo Egaña, relevo de Cala, se estrena mañana en CNN en Español

No lo esperaba. Mucho menos lo buscó. Camilo Egaña se preparaba para disfrutar de su recién remodelada casa en Atlanta cuando una llamada telefónica cambió todos los planes de la familia –su esposa Laura y su único hijo, Diego, de 26 años de edad– que ya llevaba cinco años viviendo en la capital del estado de Georgia. El conductor de Encuentro, que había pedido a sus jefes que le dieran una hora más a su programa, se convertiría en el relevo de Ismael Cala en el prime time de CNN en Español.

A partir de entonces todo fue una sucesión de acontecimientos tan difíciles como gratificantes: irse de Atlanta, separarse de su hijo, volver con su mujer a Miami –su otra Habana, dice– e instalarse en un horario que, si bien no le quitaba el sueño, es una recompensa al trabajo bien hecho. Lo hará con Camilo, programa en el que la conversación será la protagonista porque, asegura, hablando se entiende la gente, aunque a veces cueste creerlo. “Será un espacio más de realidad en el que vamos a mantener la noticia del día cuando lo amerite.

Apostará por temas, no por grandes personajes. Nos vamos a abrir a los deportes, a la ciencia. Y mi misión con los grandes figurones es que no me vendan la imagen que ellos quieren. Quiero que haya emoción, confesión, lágrimas desde el respeto. La dignidad de la gente no se va a tocar porque con eso no se negocia. Y aprovecho el medio para abrirle las puertas al gobierno de tu país porque, incluso con los tonos que ellos manejan, podemos hablar como seres civilizados. Porque hay que hablar, no queda de otra. Viví en un país aplastado por la confrontación y ahora uno se pregunta para qué sirvió eso”, cuenta por teléfono Egaña desde Miami. Recién aterrizaba de nuevo en la ciudad que lo acogió cuando salió de su Cuba natal hace 20 años.

—Una nueva ciudad, un nuevo horario, nuevo show. ¿Significa comenzar de cero?

—No es empezar de cero, es un regreso a los orígenes. Empecé hace 30 años haciendo entrevistas en prensa y en radio. Siempre será periodismo. He dejado a mis productores, ahora me encontraré con un equipo nuevo, nos tenemos que seducir porque la televisión es un trabajo en equipo. No como la radio y el periódico. Yo tengo un carácter muy fuerte y he hecho mucha psicoterapia para mejorar. Yo creo que en un mes tendremos el programa que queremos hacer.

—¿Qué sensación le dejó el último Encuentro?

—El martes dejé el programa con mucha tristeza. Después de la espléndida despedida en Atlanta, que fue muy linda y en la que todos lloramos y aplaudimos, vino la barbarie en Estambul y me tocó presentarla. Al final nos volvimos a abrazar. Ahora estoy muy expectante, de regreso a Miami. En esta ciudad hice mi carrera. Estoy contento porque me reencontraré con viejos compañeros de trabajo, pero ya no tengo a mis productores, tengo que conectar con otra gente. Es difícil, estoy agotado, aunque feliz porque acabo de cumplir 54 años, una edad en la que en otras televisoras te echan.

—Para un hombre que ha dejado su país, que ha cambiado de ciudad, que vuelve a cambiar de ciudad, ¿qué significa dejar un espacio que tantas satisfacciones le dejó, así como a los televidentes?

—Esa es la parte más triste. Una periodista mexicana me preguntaba si tenía miedo, pero no. No lo tengo. CNN tiene una audiencia fiel, mucha de ella de Venezuela. Mi reto en el nuevo programa es traerme a la audiencia de Encuentro y sumarla a la que tenía Cala, que se va a encontrar con otro estilo de producción, pero manteniendo siempre la dignidad del espacio, porque construir un horario en televisión es difícil y respeto mucho el trabajo que hizo Cala.

—¿Tiene un significado especial volver a Miami?

—Me pasa con Miami lo que le pasa a los cubanos: al llegar no la entiendes, te toma 4 o 5 años comprenderla. Uno llega con muchos prejuicios, pero comienza luego a entender los exilios de los diferentes países. Cuando CNN en Español me contrató yo trabajaba en una televisora local hablando de Cuba; desde Atlanta, aprendí a ver a Miami desde lejos. Regresar es volver a casa, pero en otras condiciones, con un apartamento con vista al mar. En Georgia estaba rodeado de montañas, y a lo mejor es pedantería nuestra, pero todos los cubanos llevamos un balsero dentro. En mis peores momentos en Cuba, sin comida y sin medicinas para mi hijo, miraba al mar y me sentía libre.

—¿Cómo mira hoy a Cuba?

—En lo personal estoy contento, aunque tengo mis reservas porque no quiero que nadie se interponga en el camino que trazan Washington y La Habana. No sé qué tanto está dispuesto a jugar el gobierno cubano por el bien de la gente. Raúl Castro me parece más pragmático y realista que su hermano Fidel. Estamos hablando de un país donde desde hace 50 años no hay juego político. Ahora, tengo fe en que mis compatriotas son bien despiertos. La educación cubana puede hacer mucho, el caldo de cultivo está allí. Hay que garantizar espacios mínimos de libertad.

—¿Desde cuándo no va a Cuba?

—No he regresado desde hace 20 años. Yo tenía muchas ganas de salir de Cuba porque mi país me tenía ahogado. Era el presentador de televisión más popular de la isla y vivía en unas condiciones materiales muy precarias, pero profesionalmente muy bien preparado. Regresaré algún día de visita, no para vivir. Se tiene una sola vida y yo en Estados Unidos estoy muy contento. Cuando Barack Obama fue a Cuba pensaba: mi presidente está yendo a mi país.

—¿Y en la próxima hora de Camilo seguirá leyendo la letra pequeña de la vida o forma parte de su pasado?

—Yo me voy a traer de Encuentro algunas cosas, como el sarcasmo, la ironía, el comentario inicial, los apuntes. La envoltura quiero que cambie, que haya más presencia de videos. Pero creo que el cambio será en los tonos. Cala es parsimonia espiritual, yo soy básico y sanguíneo.

—¿Y le ha costado lidiar con ese ser básico y sanguíneo?

—Quisiera domarlo, he ido a terapia los últimos 6 años porque mi temperamento me juega malas pasadas. Sé que voy a morir así. Los grandes problemas que he tenido en mi vida han sido por mi temperamento, porque lo que hay es lo que ves. Como soy en la tele, soy fuera de ella.

—¿Y el ego no le ha jugado malas pasadas?

—Pues no. Mi madre fue fundadora de la televisión cubana, así que prácticamente nací en un estudio de TV. Desde que era niño la gente más famosa de Cuba iba a mi casa a tomar café, crecí viendo gente famosa que para mí no lo era, que era como de la familia. Supongo que cuando joven quizá me confundí un poco, pero he sido muy terrenal. Tengo una mujer desde hace 30 años y mis amigos lo han sido desde la escuela.

—¿Cuál es para usted la clave de una buena conversación?

—La que dice Cala, escuchar a la gente. Ser un buen conversador, escuchar y saber preguntar. Hay un poquito de actor y de psicólogo en uno. Todo depende del tono y de una cultura general que te avale.

—¿Cómo es su vida más allá de las cámaras?

—Nada tiene que ver con la tele. Voy a mi casa, tengo dos perros maravillosos, leo mucho. Porque tengo dos adicciones: los libros y el café cubano. No voy a lugares de moda. A mi casa no va gente de la industria, van mis amigos. Soy un tipo muy pudoroso, me mata hablar en público y no hago vida de industria.

—¿Un libro que lo haya marcado?

—Ahora que estoy de vacaciones intelectuales leo a la alemana Sarah Clark, pero escritor para mí es Pat Conroy, el autor de El príncipe de las mareas. También me gusta mucho John Irving, autores que hablan de la familia como una sucesión de pérdidas. Y no abandono a García Márquez.

—¿Una canción?

—Cualquiera de Ana Belén, de Joaquín Sabina y todas las de Paul McCartney. Es la gloria. Es la persona que quiero llegar a ser a su edad. Me llega a emocionar hasta las lágrimas y más allá. Confieso que lloro con frecuencia. Una persona que escribió “Yesterday” tiene que ser una buena persona. La música me emociona mucho.

—¿Le gusta bailar?

—Me tomo dos o tres rones y bailo lo que sea. Mi mamá fue una gran bailarina de Tropicana en Cuba y mi mujer también baila sabroso.

—¿Por quién haría lo imposible para tenerlo en su nuevo programa?

—Por el papa Francisco. No soy devoto de nadie, pero me interesa saber si el papa es tan chévere o es producto de una gran maquinaria de relaciones públicas que tiene detrás. Y hubiera hecho lo imposible por tener a Jesús, el personaje histórico, el transgresor de los primeros tiempos.

—¿No hará radio?

—No, porque no me da tiempo. Pero la radio es mi gran amor. Lo dejaría todo por la radio porque es el medio que me ha dado todo, la facilidad de palabra, saber cómo se engarza el todo. Es el medio que te permite seducir a la audiencia con tu voz. La aristocracia del periodismo está en la radio y en los grandes periódicos. No me hables de redes sociales, creo que estas deben utilizarse en su justa medida. Tengo cuenta en Twitter porque la compañía me obliga, pero las redes no pueden marcar una agenda informativa. Están sobredimensionadas. A ver, un periodista es un periodista, un bloguero es un bloguero. Punto.

—¿Si tuviera la oportunidad de hacerle una pregunta a Camilo Egaña cuál le haría?

—¿Crees que podrás?

—¿Y qué respondería?

—Se echaría a reír y entonces tendría que interpretar si se queda callado o si tiene miedo a decir que no va a poder.

DC|CNNE

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