Prima de Aristóbulo Istúriz tiene cinco años rogándole que la amparen con la pensión

La primera carta que Antonia Istúriz Frías le envió a su primo Aristóbulo iba dirigida a la Primera Vicepresidencia de la Asamblea Nacional, puesto que entonces ocupaba quien ha sido uno de los más relevantes jerarcas del régimen. Estaba fechada en Caracas, el 30 de mayo de 2011.

En la misiva, que alguien le ayudó a corregir, la empleada doméstica lo trataba de “profesor” y le explicaba que el propósito de aquellas líneas que se atrevía, así decía, “a escribir como ciudadana, madre, abuela y trabajadora abnegada, próxima a cumplir 70 años de edad”, era “despertar su sensibilidad ante la situación” que estaba viviendo. Y, antes de exponer su predicamento, le explicaba quién era ella.

“En primer lugar debo señalarle que soy hermana de Agustina Istúriz y ambas somos hijas del finado Salustiano Istúriz, y al propio tiempo, soy tía de la profesora Pastora López Istúriz”, decía Antonia. Añadía que su única hija vive en el estado Falcón, con su familia, “que incluye a cuatro (4) hijos, y yo he trabajado en casas de familia durante muchos años, y lamentablemente no cuento con el amparo de la Seguridad Social”.

Estaba claro, pues, que Antonia Istúriz tenía una historia fácilmente reconocible para el poderoso, tanto que podía rastrearla con solo seguir una ruta consanguínea común. Pero si el pariente encumbrado no quería recordar la parentela, Antonia le recordaba que: “Como es sabido, el gobierno ha implantado una modalidad para que todos los venezolanos podamos acceder a ese beneficio, pero en mi caso particular no sé cómo hacerlo, ni tengo cómo pagar a ningún gestor ni cotizaciones no realizadas”.

Si esto tampoco resultara claro a los ojos del influyente funcionario, ella le pedía “encarecidamente” ayuda para conseguir la pensión del seguro social. “Para lo cual -ofrecía- estoy a la orden para ir a su despacho o a donde usted tenga a bien disponer para solventar mi situación de vida. Le dejo la dirección de uno de los lugares donde presto mis servicios domésticos”.

“En espera de su respuesta para que mi caso sea considerado y se haga Justicia [sic], solo me resta desearle éxitos en las altas responsabilidades que le ha encomendado la patria”.

Pero el primo Aristóbulo no se molestó en dar respuesta a la misiva.

Antonia siguió limpiando casas por días. Cada día tenía que subir y bajar quién sabe cuántos escalones para llegar a la avenida donde tomaba el primero de los autobuses para llegar a su trabajo, hasta que el periplo se hizo tan pesado que sus empleadores le ofrecieron pernoctar en las respectivas residencias para relevarla de tan azarosos trayectos.

Cinco años después de la primera carta, Antonia envió la segunda, el 29 de abril de 2016, esta vez remitida a la Vicepresidencia de la República. Cada vez más cerca de la cima. En ella volvía a presentarse y a aludir a los tíos y primos a cuya sombra afectuosa transcurrió la infancia de ambos. Solo que mientras el uno despacha en la esquina de Carmelitas, la otra vive en dos casas “es decir, con dos familias que me dan cobijo”, pues no tiene, le explica, vivienda propia ni recursos para adquirir una. “En casa del Dr. Jesús Aquiles Vásquez y del Dr. Jesús Peñalver, sin cuya ayuda y caridad ya yo habría muerto”, precisa, por si el del provechoso paso por el Ministerio de Educación quisiera contactarla en las residencias cuyo número telefónico le consigna.

Nuevamente le especifica que ella lo que quiere es una pensión del Seguro Social. Nada más que un derecho. “Ya sabe, señor Vicepresidente dónde encontrarme, y si lo considera necesario, estoy a su orden para atender cualquier requerimiento”, le pone.

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DC|EE

 

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