Wilbur Scoville desarrolló en 1912 una escala de picantes. Realizó las primeras pruebas en la conocida farmacéutica Parke, en la que por aquel entonces trabajaba, e ideó, en base a ellas, un protocolo para medir el grado de picor de cada alimento. El resultado fue el Examen Organoléptico Scoville, que alerta, a través de las llamadas unidades Scoville, de cuánto escuecen las guindillas, los chiles, la cayena y hasta los pimientos. El número de unidades SHU -del inglés Scoville Heat Units- indica la cantidad de capsaicina presente en determinados frutos, un compuesto químico que irrita y produce una fuerte sensación de ardor en la boca de los mamíferos.
El método de Wilbur Scoville fija el «0», la unidad más baja, para los pimientos dulces y el 15.000.000, la más alta, para la capsaicina pura. Los chiles más picantes, como el chile habanero, rondan las 300.000 y la cayena, que resulta casi insoportable para el paladar -solo los mamíferos sufren la capsaicina; las aves, por ejemplo, no sienten el picante-, tiene, como mucho, 50.000 unidades Scoville.
El pimiento, si pica, puede llegar como mucho a los 500 en la gama de Wilbur Scoville. Porque los pimientos, como los de Padrón, pueden picar o no. Este es uno de los puntos débiles del test del químico estadounidense, la imprecisión que responde a la variaciones entre especie y especie e, incluso, tal y como sucede en el tipo gallego, a las diferencias dentro de la misma en función del cultivo, del clima o del terreno. Es la excepción que confirma la regla, el hecho de que haya unos pimientos que sí piquen y otros que no, que no todos contengan la misma proporción de capsaicina.