Saber y aprender es cuestión de humildad

La mejor forma de saber si alguien tiene mucho que aprender es cuando esa persona dice que ‘ya lo sabe todo’.

El proceso de aprender algo nuevo es un ejercicio bonito; requiere que nos despojemos de toda pretensión y dejemos espacio para lo que nos van a decir.

Si partimos de creer que todo lo sabemos o que no ‘hay nada que nos pueda sorprender’, será muy difícil que encontremos la disposición para entender lo que se nos enseña.

El proceso es tanto personal como social. Tenemos que ser capaces de hacer silencio y escuchar, en nuestros grupos de trabajo, equipos empresariales, gremios o ciudades.

Tener un título, diploma o certificado es algo muy distinto a saber. Existen aquellos que desean los diplomas como mero fetiche o para que les suban algunos dólares en el salario, pero nunca estuvieron en el ánimo de aprender. Así como tenemos claro que ‘la licencia no es la que maneja’, también ‘el diploma no es el que aprende’.

Aprender es, al final, un ejercicio de humildad, de darle la oportunidad a las otras personas de enseñarnos sus experiencias, de dejarnos guiar por otros y tratar de incorporar en nuestro pensamiento la forma como los demás solucionaron problemas similares.

¿Cuánto dinero se pierde en capacitaciones empresariales que se hacen por el solo hecho de dar certificados y cuántas cosas se podrían hacer en las organizaciones, si de verdad quienes se capacitaran en algo estuviesen en el ánimo de aprender?

Es cierto que es deber de quien enseña el motivar a quienes aprenden, pero también es cierto que quienes aprenden deben permitir que quien enseña haga su trabajo.

En varias ocasiones he tenido que impartir alguna clase o conferencia a personas que más que aprender tienen la intención de que les admiren por lo mucho que saben.

Las personas más sabias que he conocido, son a su vez las más humildes a la hora de aprender. Escuchan a todos con sumo respeto y se cuidan en la forma como dan sus opiniones.

La incapacidad de aprender es como una gran capa de ‘antiadherente’, que no permite que a uno se le ‘peguen los conocimientos’. Es como no poder ver lo colores o escuchar un tipo de frecuencia, como un impedimento que lo deja a uno marginado del futuro.

Si un país está lleno de personas que no tienen la humildad suficiente para aprender, generarán una sociedad ‘inmune al conocimiento’, que de seguro la pasará muy mal en una economía basada en innovación.

Esperemos no ser un país así, esperemos que la capacidad de darle espacio al aprendizaje sea una constante en nuestras comunidades, así no tendríamos que sufrir el hecho de quedarnos atrás en el concierto de las naciones.

Sin la capacidad de aprender, estaríamos condenados a ser ‘eternos compradores de cosas creadas por otros’, estando para siempre a la merced de la creatividad de otras sociedades, todo por no tener la suficiente humildad para reconocer lo mucho que podríamos aprender.

 

 

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