Diálogo por Venezuela, por Alfoso Hernández Ortíz (@AlfonsoZulia)

El diálogo visto desde una perspectiva de índole personal persigue encontrar un punto de encuentro entre quienes tienen diferencias o posiciones discordantes, permitiéndoles lograr acuerdos conciliatorios para alcanzar un objetivo de beneficio para ambos y convivir en paz.
Desde una esfera política se plantea la necesidad de establecer prioridades y ceder espacios para alcanzar compromisos que puedan favorecer a un colectivo, y evitar verse afectados por situaciones radicales distantes a la concordia entre los grupos de poder, por lo tanto el diálogo se podría considerar un espacio ganado para la convivencia, la tolerancia y la profundización de la Democracia.
En teoría, los términos antes citados se enmarcan en un diálogo para la sana convivencia, en la práctica podemos evidenciar que tanto el gobierno y la oposición carecen de un discurso conciliador, es decir del ejercicio político que delinee la construcción del diálogo, que logré interpretar el referente político y social y a la vez hilvanar una serie de frases conciliatorias, reflexivas y coherentes para generar confianza entre los actores involucrados y lograr acuerdos comunes para el beneficio de todos.
Ciertamente, el gobierno en distintas oportunidades ha manejado de manera muy eficiente el argumento del diálogo, aprovechado o tomando como incautos desprevenidos a los actores de la oposición, quienes han puesto en manifiesto su desconfianza ante quien invita a dialogar, refiriéndome específicamente al discurso continuo, repetitivo, retorico, recargado del mismo juego de palabras, de quienes pretenden verse como víctimas, recurriendo a hechos del pasado, sin asumir las consecuencias del presente. Y Aunque en la praxis el comportamiento sea muy distante de lo que se dice en el escenario mediático, el objetivo se ve cumplido ya que el Presidente marca la agenda, establece la pauta del debate, con un contenido que pretende distraer a los interesados de los verdaderos problemas del país.
Por otra parte, los líderes políticos de la oposición han caído en el juego del discurso estéril, del señalamiento, de la provocación y del enfrentamiento verbal, que traduce la misma ira, el rencor y la impotencia de quienes se siguen viendo como enemigos y no como adversarios, ya que durante los últimos 15 años se llamaron corruptos, escuálidos, pitiyanquis, o cualquier otro epíteto descalificativo, que anula la posibilidad de diálogo, es decir la sana convivencia.
El diálogo puede darse cuando se escuchan los puntos de vista de quien disiente de tus ideas, creencias, dogmas diferentes, cuando se escucha y no solo cuando se habla, sin respeto, ni consideración a la opinión de quien tienes al frente, sin que los privilegios de quien habla mermen los derechos de quien escucha, sin que la arrogancia del poder constituido por la voluntad de un pueblo se convierta en ventajismo, doble moral, cinismo, hipocresía y se consideren idiotas a quienes se enfrentan con una diarrea verbal de palabras envueltas de concordia y conciliación, pero en su contenido se encuentra el elixir de un veneno vil e hiriente para destruir a mi opuesto ante el escarnio público nacional.
Ese ha sido el escenario en la Asamblea Nacional, un parlamento carente de diálogo, sin posibilidad de lograr acuerdos en beneficios del país, en donde está prohibido desarrollar ideas distintas, donde se penaliza el debate para la propuesta, la discusión seria del pensamiento crítico, la construcción política y el aporte filosófico, ético y plural para atender, denunciar, escuchar, y exhortar a los gobernantes locales, regionales y nacionales que asuman su responsabilidad y atiendan la dramática situación que vive el país en materia de inseguridad, servicios públicos, infraestructura vial, entre otras prioridades manifestada por la ciudadanía, anulando la posibilidad y capacidad de diálogo de las voces que nos representan, en detrimento de la Democracia.
En tal sentido y a propósito de celebrarse un escenario electoral para elegir a los diputados a la Asamblea Nacional, los candidatos deben reflexionar sobre la responsabilidad y la necesidad de tender puentes que permitan ponernos de acuerdo para enfrentar la grave crisis política, económica y social que nos aqueja, dejando a un lado los intereses particulares, asumiendo el compromiso republicano, de instituir desde el nuevo parlamento la apertura del diálogo político por Venezuela.

DC / Alfonso Hernández Ortíz / Politólogo- Abogado / dialogopublico@gmail.com / @AlfonsoZulia

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