Pedro Luis Flores llora en Maiquetía la partida de su mejor amigo

El periodista compartió un emotivo texto en el que cuenta la tristeza e impotencia que le representó tener que despedir en el aeropuerto al que considera su hermano, un amigo de hace más de 20 años.

Su historia se identifica con la de miles de venezolanos que en los últimos años han dejado sus lágrimas en el piso de la obra del maestro Carlos Cruz Diez, por tener que huir de este caos o por decir un adiós cuando no se quiere. Nunca es fácil para el que se va y tampoco para el que se queda.

Aquí sus palabras:

Que mostrar lágrimas es algo que hace mucho tiempo atrás dejó de importarme es una de las cosas que hoy agradecí en Maiquetía. Hoy se fue del país ese que uno en la inocencia de la adolescencia llama «mi mejor amigo». Se fue y no lo cuestiono, lo apoyo. Le ganó el temor de vivir el trance de que el hampa le arrebate algunos de sus hijos, por ejemplo. Los amigos no estamos para cuestionar, estamos para apoyar. Por eso no hizo falta ocultar mis lágrimas porque mi apoyo fue siempre grande como una catedral. Lo sabe él. Que la visibilidad de las lágrimas alguna función debe tener porque si no, corrieran por dentro del cuerpo para que nadie las viera.

Aquí tienen dos fotos, una cuando nos graduamos de la universidad, año 1991. Y otra, la de la despedida hoy. Compartimos el bachillerato y la universidad y en fin toda, toda la vida. Recuerdo cuando descubrimos Queen. En fin… tantas cosas.

¿Que este tiempo de «revolución» está rompiendo lazos y separándonos de nuestros afectos no es secreto verdad? Y creo fervientemente que estamos obligados a documentar todo este daño que el capricho comunista de una camarilla en el poder nos hace para imponer un modelo probadamente fracasado. Que no es que me anime la idea de compartir mis penas con tanta gente desconocida, sino la convicción de que todo este daño debe ser registrado y documentado porque estoy seguro que esta bota militar opresora más temprano que tarde perderá el poder, y entonces, cuando ellos pierdan sus altavoces, aquí habrá bastante que contar sobre su trágico tránsito por nuestras vidas. Y aquí termino, porque hoy entendí que las cosas más importantes de la vida se dicen en muy pocos segundos, cuando mi amigo, ya entrando a inmigración, me dijo sobre sus hijos: «Nunca tuve que pedirles que te dijeran Tío».

DC | Tal Cual Digital

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