Colombia: elecciones en tiempos de transición

En Colombia se realizan este 25 de octubre elecciones municipales y departamentales. Aunque el proceso de paz ya impulsa mejoras, expresar la libre opinión a través del voto sigue siendo riesgoso.

“Estas podrían ser las últimas elecciones durante un conflicto armado en Colombia”, dice Christian Voelkel, analista del Think Tank Crisis Group Colombia, quien observa que “en cierta medida, el conflicto armado en Colombia ya está desapareciendo”. Esto como consecuencia del cese al fuego unilateral de las FARC y otras medidas conjuntas de distensión del Gobierno y la guerrilla, implementadas, gracias al proceso de paz en La Habana.

“Si bien las elecciones municipales de Colombia tienen lugar en una etapa de transición, el proceso de paz ya ha empezado a innovar el sistema político”, opina Voelkel, refiriéndose al surgimiento de movimientos sociales y organizaciones de víctimas, hoy nuevos actores de la vida política colombiana. Todo ello, a pesar de que los temas predominantes en las localidades no son ni el proceso de paz ni la justicia transicional sino la salud, la educación, el agua o el transporte.

Menos fraude, menos violencia

Una mejoría de la seguridad electoral que Camilo Vargas Betancourt, coordinador del Observatorio Político-Electoral de la Democracia de la Misión de Observación Electoral (MOE), respalda con cifras: “Mapas de riesgo electoral realizados por la MOE muestran que de los 1.123 municipios y territorios de Colombia el fraude se redujo en un 10% y la violencia un 2%, frente a las elecciones de hace cuatro años”.

Vargas Betancourt, politólogo e internacionalista de la Universidad del Rosario de Colombia, agrega que, aunque sea leve, se puede hablar de una tendencia a la mejoría. Sin embargo, puesta en cifras, esta es relativa: “En casi el 50% de los municipios persiste el riesgo de que alguien altere los resultados electorales o use la violencia para imponer la voluntad de grupos criminales o políticos sobre la voluntad de los electores”.

El proceso viene de antes

Pero no todas las pequeñas, pero significativas mejoras son producto de las negociaciones de paz de La Habana. Según Camilo Vargas, “la actual mejoría del panorama electoral en Colombia tiene mucho que atribuírsele a otro proceso de paz, al acordado con los paramilitares entre 2003 y 2006”. Un acuerdo logrado con las Defensas Unidas de Colombia, “que se caracterizaban por obligar con las armas a comunidades completas a votar por sus candidatos”.

Otro factor de violencia que también ha desaparecido, a juicio del politólogo Camilo Vargas Betancourt, es “la violencia ejercida por las FARC, que antes impedían o saboteaban con las armas las elecciones en, por lo menos, 200 municipios”. Esta es, en efecto, la primera vez en muchos años que los colombianos pueden votar sin sufrir el acoso de esos dos grandes actores violentos. La tregua de las FARC y la ausencia de atentados se han traducido ya en seguridad electoral.

Por otra parte, gracias a una más efectiva acción del Estado y a la actual administración de Juan Manuel Santos, las bandas criminales (BACRIM), surgidas tras los acuerdos con los paramilitares, y que aún siguen atentando contra los derechos civiles de diferentes poblaciones, han sido golpeadas fuertemente.

De cal y de arena…

El analista de Crisis Group Colombia advierte que, a pesar de este positivo desarrollo, el balance de la transición política en Colombia es “agridulce”, porque si bien han surgido nuevos actores, las fuerzas criminales de antaño no han desaparecido. La amenaza armada de guerrilla y paramilitares ha desaparecido pero “el fraude ahora es más complejo y más difícil de detectar y contrarrestar”, apunta Vargas Betancourt en la revista de análisis Razón Pública, editada en Bogotá.

En Colombia ha habido avances en la construcción de la democracia, pero, “a medida que el conflicto desaparece, brotan los profundos defectos de democracia en Colombia”, concluye Voelkel y cita “la dudosa financiación de las campañas, la debilidad de los partidos, el fraude, el impacto del crimen organizado, la corrupción y la violencia política”.

Ahora son las BACRIM las que inciden en las elecciones, “ya no con armas sino con dinero para financiar a candidatos de manera oculta”, acota Camilo Vargas, máster en Acción Pública del Sciences Po de Bordeaux, Francia, y destaca que “investigaciones de la Fiscalía han llevado a la captura de 50 candidatos a estas elecciones, algunos con vínculos a organizaciones criminales”.

En las manos del elector y los elegidos

En definitiva, los candidatos que salgan elegidos este domingo tendrán en sus manos la implementación de los acuerdos de la paz. Ahora ellos son los más llamados a evitar a que se cometan los errores que dieron vida a las BACRIM.

La última palabra la tienen los ciudadanos, quienes, como concluye Camilo Vargas Betancourt, son los que deciden con su voto si entregan la administración de sus pueblos y ciudades a honestos o corruptos.

 

DC/DW

 

 

 

 

 

 

 

 

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