En Corea del Norte solo existe el turismo de propaganda

Poco se sabe en el mundo de la vida que se lleva en la misteriosa Corea del Norte. Las apariciones de este país en los medios suelen estar relacionadas con terribles noticias, como las amenazas de la dinastía Kim a sus enemigos, los ciberataques, las ejecuciones a los altos mandos, las torturas a desleales o las hambrunas que en las últimas décadas han matado a millones de personas. Pero hoy, los occidentales tienen cada vez más opciones para ver con sus propios ojos -sólo una parte- de la otra realidad norcoreana.

Un viaje al país más hermético del mundo o Viajando a través del túnel del tiempo son titulados algunos de los tours guiados que ofrecen las menos de 15 agencias en el mundo acreditadas para llevar visitantes hasta Corea del Norte, ya que está prohibido llegar ahí de manera independiente.

El país poco a poco ha flexibilizado los requisitos para el ingreso de turistas, llegando a captar entre 3.000 y 4.000 viajeros al año; una señal de que, lentamente, el régimen de Kim Jong-un estaría abriendo sus fronteras.

“Entre Corea del Norte y China hay un contraste bastante grande, porque el primero es un país que está cerrado económicamente y tiene poco contacto con el mundo exterior, aunque poco a poco eso está cambiando, mientras que China es un país que dentro de su sistema comunista se ha abierto y ha progresado muchísimo”, comenta Enrique Subercaseaux, un experto que acompaña un tour que sale de Chile en septiembre, acerca del contraste entre Corea del Norte y China, único país por el que se puede acceder a Pyongyang, que bloqueó sus puertas en 1953, luego del fin de la guerra con Corea del Sur.

La visita, que incluye la capital norcoreana, las ciudades de Kaesong y Nampo, la frontera con el Sur y el Monte Myohyang (Montaña Fragante Misteriosa), probablemente es de los pocos recorridos que existen por el país. Es que son escasos los lugares que han sido aprobados por el régimen para convertirse en polos de turismo.

Los visitantes tienen incluso prohibido separarse del grupo y caminar solos por las calles, así como acercarse a conversar con los ciudadanos sin la compañía de uno de los guías (establecidos por el gobierno). Tampoco pueden doblar imágenes donde aparezca alguno de los tres líderes que ha tenido la dinastía Kim, sacar fotos a monumentos de los dirigentes cuyo encuadre impida que aparezca su cuerpo completo o sacar fotos a militares.

Son algunas de las restricciones que recuerda el periodista chileno Nicolás Barros, quien fue a Corea del Norte en una visita guiada hace dos años.

Un pueblo colorido. “Esperaba encontrar un pueblo oprimido, triste, oscuro, como lo pinta la prensa occidental. Y no fue eso lo que vi. Es un pueblo muy alegre, colorido. Obviamente están en una burbuja sin entender nada de lo que pasa en el mundo exterior, pero viven en la felicidad de su ignorancia”, comenta Barros.

Recuerda que en una ocasión una joven de unos 16 años se les acercó a conversar en un parque -algo poco común, principalmente por la barrera idiomática- y les comentó que le interesaba mucho la cultura occidental. En su inglés precario, la niña les dijo que además le gustaba cantar. Sin embargo fue incapaz de reconocer los grupos musicales o cantantes mundialmente famosos que los turistas le nombraron, como The Rolling Stones, The Beatles o Madonna. Entonces, ella les cantó la única canción occidental que conocía: My heart will go on, de la banda sonora de la película Titanic.

“En ese sentido, el aislamiento es muy fuerte”, asegura Barros. Pero es ese hermetismo en Corea del Norte lo que probablemente llama la atención del creciente número de viajeros que llegan hasta el país. Subercaseaux agrega que “su atractivo está en que es totalmente distinto a lo que se puede visitar en las diferentes partes del mundo”.

Mientras que Corea del Sur ha logrado posicionarse entre las primeras 15 potencias económicas y las iluminadas pantallas gigantes con publicidad sobre sus rascacielos son el reflejo de su economía capitalista, en Corea del Norte las luces son apagadas a las 12 de la noche, los ciudadanos compran sus bienes con cupones y, según comenta Barros, en las calles es imposible ver avisos comerciales.

Lo que parece difícil de responder es si hay mucha pobreza. “En Corea del Norte tomas un tour que es administrado por el gobierno. Ellos les dan licencias a agencias extranjeras para que capten a los turistas, pero cuando llegan a Pyongyang, éstas pierden el control sobre los turistas. Te quitan el pasaporte y quedas a cargo de guías norcoreanos”, admite.

“Te presentan lo que ellos quieren, es un turismo de propaganda. Nunca puedes estar solo”. Barros dice que “volvería feliz” a Corea del Norte y asegura que es bonito. Sin embargo prefiere esperar a que el país cambie, porque, de lo contrario, volver a hacer el viaje es ir a los mismos lugares. “Es muy interesante, pero que te lleven a un hospital de maternidad y te muestren una mamografía como parte de la propaganda es un poco incómodo”, recuerda.

Su relato parece anular las experiencias de los turistas norteamericanos que en los últimos años han sido detenidos -acusados de proselitismo-, mientras que el régimen de Kim se esfuerza por bajar las restricciones. Los estadounidenses ya pueden entrar al país en cualquier época del año y los celulares ya no son requisados al ingresar. De todas formas, la falta de conectividad aún impide que el visitante logre comunicarse con el mundo exterior. Entonces tendrá claro que estará en el país más hermético del mundo.

DC | GDA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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