Lección electoral no aprendida, por Jesús Castillo Molleda (@castillomolleda) 

En mi regreso a Maracaibo de una actividad comunitaria en Quibor, Estado Lara, conversaba con el señor Rómulo que muy gentilmente manejaba el vehículo en el cual me trasladaba, y me contaba su apreciación con respecto a la crisis que vive Venezuela, me relataba que él vivió las transformaciones vividas desde la década de los setenta, en donde las esperanzas eran motivadas por la nueva era democrática de la cual se pensaba que por ser democrática todo iba a mejorar. Sin embargo, a pesar de notar algunos logros todo se fue complicando con la influencia del centralismo partidista, en el cual los cogollos desde Caracas se repartían las cuotas de poder y colocaban a funcionarios no preparados en cargos de alta dirección, lo que dio como resultado un mal manejo de las finanzas públicas que contribuyeron a la corrupción, clientelismo, burocracia, complicidad, ineficiencia, ineficacia, de las instituciones del Estado.

 

En este contexto, el abandono de la producción agrícola, pecuaria, piscícola, se acentuó con el populismo y la falta de incentivos a lo hecho en Venezuela, cada presidente asumía decisiones económicas erradas que encarecían el costo de la vida y llevó al país endeudarse con organismos internacionales, lo que trajo como consecuencia el viernes negro durante el gobierno de Luis Herrera, Recadi en el gobierno de Lusinchi, implosión social en el segundo gobierno de Pérez, la agenda Venezuela en el segundo gobierno de Caldera, el control de cambio y expropiaciones en el gobierno de Chávez y el descontrol fiscal y económico en el actual gobierno, lo cual deja claro que los presidentes que hemos tenido desde la era democrática no han sido los mejores.

 

Lo mismo pasa desde 1989 cuando se inició la era descentralizadora en Venezuela para elegir gobernadores, alcaldes, diputados regionales, concejales. Al pasar de los tiempos la productividad y resultados de gestión, con pequeñas excepciones en estos gobernantes, son decepcionantes y han cometido los mismos errores de aumentar el clientelismo, burocracia, nepotismo, lo que aviva la crisis. La clase política que representa al gobierno nacional y a la oposición en Venezuela se encuentra enfrentado el momento más dramático de su historia, en donde la brecha de seguidores decepcionados crece constantemente producto de la falta de propuesta para la solución de los problemas presentes y solo se concentran en culpar a otros y seguir repartiéndose el poder entre ellos, importándole poco el bienestar colectivo.

 

En los últimos 55 años, la lección no se ha aprendido, los electores siguen siendo cómplices de los malos gobiernos, al momento de votar no votan por los mejores votan en contra de un gobernante o grupo político o votan por cualquiera que ponga su organización política o sector que lo represente, sin importar, en muchos casos, quien es la persona y es la razón de que tengamos actualmente tanto malos gobernantes y representantes a los cuerpos legislativos.

 

Siempre hay oportunidad para rectificar, Venezuela se encuentra en un laberinto en donde no muchos conocen la salida. Es difícil esperar cambios de la clase política actual, sus acciones dejan claro que tienen pocas intenciones de cambio, así que dicho cambio debe producirse desde la sociedad, que es la responsable de elegir a los futuros gobernantes con su voto. Es posible que una parte de la sociedad no sienta que es su responsabilidad o simplemente no están muy interesados que la situación actual mejore porque ellos se han beneficiado de la crisis como por ejemplo con el bachaqueo, lo cierto es que llegará el momento de despertar y quizás cuando lo hagan ya sea demasiado tarde. Como lo dijo Clarke James “Un político piensa en las próximas elecciones; un estadista en la próxima generación”. No botes tu voto, vota por los mejores.

 

DC / S.H. Jesús Castillo Molleda Profesor Universitario, Politólogo, Coach Político, Locutorjcastillo@fundacionzuliaproductivo.com @castillomolleda

 

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