¿Por qué la dieta no me funciona?

Actitudes y palabras que detienen cualquier proceso.

“Que tu alimento sea tu medicina”, solía decir Hipócrates. Esta máxima, para expertos en problemas alimenticios, debería convertirse en una consigna de vida coherente y efectiva. Que cuando se hable de comida se entienda la necesidad de no caer en excesos o carencias, sino que se aprenda a consumir el alimento en su justa medida, en el momento adecuado y por las razones precisas. Es decir, tener una íntima, honesta y saludable conexión con la comida.
Pero cuando esta relación se desequilibra, se manifiestan problemas de peso de amplias repercusiones individuales e incluso globales, si tenemos en cuenta la alarmante cifra de la Organización Mundial de la Salud, según la cual el año pasado en el mundo más de 1.900 millones de adultos de 18 o más años tenían sobrepeso, y de estos, más de 600 millones eran obesos.
Por eso varias expertas señalan a continuación distintos factores que influyen para que a la hora de seguir una dieta esta sea realmente positiva para su salud.

1. No empiece la dieta sin saber cómo está su metabolismo

Las personas con problemas de sobrepeso y obesidad la mayoría de las veces tienen el metabolismo bloqueado, “bien sea por problemas endocrinos, como tener la insulina alta, por una deficiencia de la hormona tiroidea o porque tras hacer muchas dietas y aguantar hambre, se altera aún más el metabolismo”, explica la endocrinóloga Rosalinda Pereira. Por eso es clave determinar el estado de salud antes de comenzar cualquier régimen nutricional con una valoración médica y clínica, pues las alteraciones metabólicas y hormonales afectan los programas de reducción de peso.

2. No siga la dieta del amigo o del famoso de turno…

Si bien a algunas personas les funcionan las dietas cuantitativas (que tienen en cuenta un balance en la cantidad de proteínas, grasas e hidratos de carbono y sus calorías), a otras, no. La razón: estos regímenes alimenticios no tienen en cuenta la parte cualitativa de los alimentos, que en medicina nutricional se conoce como alimentación funcional. Es decir, no basta con adoptar una dieta baja en calorías, sino que se debe tener en cuenta el efecto de los alimentos en relación con la respuesta del cuerpo en sus niveles de las hormonas insulina y glucagón cuando se ingieren carbohidratos y proteínas solos o a la vez en cada comida. De esto depende tanto el hambre (que genera más estrés) como la forma como el organismo almacena o quema grasa. Y no solo eso, una dieta improvisada y tortuosa puede desencadenar desde anemia, hipoglucemia, estreñimiento y colon inflamado, hasta trastornos de la conducta alimentaria, como la bulimia y la anorexia.

3. Las emociones dañinas patean cualquier dieta

De acuerdo con la nutricionista Consuelo Pardo, estudios realizados en el área de la sicología han demostrado que los problemas de peso pueden generar anímicamente los siguientes estados (que también sabotean cualquier plan nutricional):
– Dificultad para afrontar situaciones conflictivas o que provocan frustración y ansiedad.
– Autoestima negativa y bajo concepto de uno mismo.
– Estados de ánimo depresivos o de angustia, que se compensan con los alimentos.
– Deseo irrefrenable de tener experiencias gratificantes por medio de la comida.
– Incapacidad para tomar decisiones por cuenta propia, lo que genera que la conducta sea controlada por otros (padres, parientes, pareja o amigos).
– Sentimiento de vacío interno e incapacidad para controlar la vida propia.
– Tendencia a pensar que los cambios emocionales y los problemas que le ocurren a uno se deben exclusivamente a factores externos.
– Refugiarse en la alimentación como mecanismo de adaptación y protección.
– Inclinación a prestar demasiada atención a los mensajes y críticas de los demás.

4. No cambiar el chip

Cuando una persona tiene malos hábitos de alimentación es posible que al empezar una dieta siga indicaciones como no repetir comidas, tomar agua, comer solo lo señalado en su programa alimenticio, hacer ejercicio, etc. “Pero si no modifica sus hábitos de manera permanente ni los asume como un cambio de estilo de vida, tan pronto termine la dieta recuperará sus malas costumbres nutricionales y volverá a subir de peso”, advierte la endocrinóloga Rosa Linda Pereira. El efecto rebote será inevitable.

5. Querer todo para ¡ya!

Desear resultados rápidos y con un mínimo esfuerzo es un craso error. La actitud y el compromiso para realizar los cambios necesarios y lograr los objetivos deseados son vitales, pero establezca metas realistas, que no aumenten su ansiedad por perder en poco tiempo los kilos que ganó casi sin darse cuenta. No trague entero y desconfíe de promesas como “resultados mágicos o reducciones de peso instantáneas”, que al final solo atentan contra su salud. Recuerde que un estilo de vida sano se consigue con dieta más ejercicio, sin prisa, pero sin pausa.

‘¡Ahora sí hago dieta!’

Para que esta promesa no se quede en eso, en simples palabras que se las lleva el viento, antes de empezar con su nuevo reto, asegúrese de seguir estos pasos:
No se engañe. Confróntese con sinceridad. Pregúntese si utiliza inconscientemente la comida para consolarse. Hay personas que comen más cuando están tristes, solas, deprimidas, frustradas o estresadas. Aprenda a romper esa conexión emocional dañina con los alimentos para que al lograr el peso saludable también domine las situaciones estresantes sin buscar alivio en estos.
Busque ayuda profesional. “Un especialista le ayudará a realizar un adecuado diagnóstico del estado de su salud y nutrición, de sus hábitos alimentarios, incluyendo los significados que tienen los alimentos desde el área emocional, social y ambiental, y le ayudará a construir una estrategia de reducción de peso”, dice la nutricionista Consuelo Pardo.
Tenga un motivo y póngase retos a corto plazo. Pero no se quede solo en el deseo. “Siga las recomendaciones al pie de la letra del especialista –indica la nutricionista Clara Lucía Valderrama–. Sea honesto en el momento de la consulta y de los controles, pregunte todo lo que no entienda, busque opciones y soluciones”. Si hay algo que no le convence y sabe que no cumplirá, haga una negociación con el profesional (nutricionista, médico o endocrinólogo, etc.) y este hará los ajustes necesarios.

“Cuando una persona termina o abandona una dieta sin hacer cambios de vida puede aumentar un 20 % de peso”
Rosalinda Pereira, especialista en endocrinología y metabolismo.

DC | ET | Foto: Web

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