El Bacha – Estado, por Alfonso Hernández

Asumir escribir este artículo ciertamente crea el miedo propio que puede generar el hecho de destapar una caja de pandora, pero el tema del bachaqueo ha provocado tal punto de indignación, que no puede dejarse a un lado, y aunque  es un asunto que le corresponde resolver estrictamente a los organismos del Estado, debe ser un tema de interés de la opinión pública, ya que las consecuencias derivadas ante la impunidad de este grave delito, sigue afectando considerablemente a toda la ciudadanía.

El bachaqueo, tal como se le conoce a este delito de “contrabando” o extracción ilegal de alimentos, medicamentos, repuestos de vehículos, materiales de construcción, electrodomésticos, gasolina y cualquier otro producto que pueda trasladarse principalmente hacia la frontera colombiana, está haciendo estragos en la seguridad alimentaria de los ciudadanos y en la economía del país.

Existe un grupo minoritario de individuos (mafias) que han logrado amasar grandes fortunas, implementado su operación logística, a través de la incorporación de personas de bajos recursos en su red de bachaqueo (bachacos), desde supermercados, bodegas, abastos y  a  través de la conexión de distribuidores mayoristas de alimentos, y si bien es cierto se ha instalado un sistema biométrico de capta huellas para controlar la venta de los productos regulados, el mismo se ha quedado corto, ya que persiste la escasez, las largas colas y dichos productos (jabón,  leche en polvo, pañales, champú, afeitadoras, azúcar, margarina), entre otros, se siguen exhibiendo en las vitrinas de los negocios fronterizos en Colombia.

El bachaqueo de gasolina, por su parte ha sido un negocio que se ha considerado más rentable que el mismo narcotráfico, y obviamente menos riesgoso y con una alta impunidad; caracterizado por la depreciación de la moneda nacional ante el peso colombiano, el ínfimo valor del litro de gasolina y la incapacidad de los factores uniformados que deberían controlar el contrabando; y aunque difícilmente podría comprobarse a través de estas líneas cuales son los focos de corrupción y complicidad por parte de los cuerpos de seguridad del Estado, los mismos están bajo sospecha, al evidenciarse las largas colas que se generan en las estaciones de servicio, derivadas de los transportistas (carros por puesto, taxistas, particulares) que buscan llenar sus tanques entre 5 y 6 bolívares para luego venderlo quinientas veces mayor de su valor  a los cargadores de gasolina que posteriormente la llevan a Colombia para concretar el gran negocio, en pipas por vía fluvial y en caravanas de camiones, por las llamadas trochas o caminos verdes, en donde los osados pilotos de tritones no respetan alcabala o autoridad que pretenda detenerlos.

Ciertamente el Estado ha implementado un sistema de chip de gasolina, como mecanismo de control del contrabando, pero los resultados no han sido los esperados, ya que no están instalados en todos los expendios de combustibles y cada día son más los transportistas que se ven tentados a incursionar en el negocio del bachaqueo.

Por otra parte también se acrecentado el bachaqueo de materiales de construcción, repuestos de vehículos, artefactos eléctricos y lo más sensibles         “los medicamentos”, todos pasan por las mismas vías y por los mismos caminos; las causas pueden derivarse de la ausencias de medidas económicas que permitan fortalecer nuestro símbolo monetario; la baja capacidad de producción para poder satisfacer la demanda, viéndose afectada ante un comercio informal e ilegal que aprovecha el control de cambio a su favor en detrimento de la demanda nacional, por ende de los ciudadanos.

Pero lo más grave y lo que genera mayor preocupación es la evidente ausencia de estrictos controles de fiscalización, seguridad y resguardo de las fronteras, la impunidad ante la presunción de hechos de corrupción en los cuerpos de seguridad y  la incapacidad para desmantelar las mafias organizadas que han hecho del bachaqueo un negocio tan fructífero que pareciera que ha penetrado en todos los niveles del Estado, convirtiéndose en un delicado flagelo que fractura cada día nuestra soberanía nacional, y que de manera inexplicable no ha logrado ser combatido con la fuerza, autoridad e inmediatez que amerita, ante el peligro de convertirnos en un Bacha – Estado.

DC / Alfonso Hernández Ortiz / Politólogo – Abogado / dialogopublico@gmail.com / @AlfonsoZulia dialogopublico@gmail.com

 

 

 

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