Humillación Bicentenaria

Douglas Zabala/ Abogado/ @douglazabala

prensaSon las seis y treinta de la mañana, de este último sábado del mes de Julio; y tal como lo había acordado con mi hermano Julio, después de infinitas invitaciones a que viniese hacer compra en el acopio de comida ubicado en la avenida 5 de Julio, me encuentro al lado de viejitos y viejitas, apertrechados con sus respectivas bolsitas negras y algunas de blancas telas. También Madres del Barrios con niños en silla de ruedas, jóvenes con piernas amputadas y por supuesto la mayoría de asistentes, que hicieron la cola desde la noche anterior en las puertas del Híper Mercado Bicentenario.

Comprar pollo y papel sanitario no tendría precio, a no ser porque en estos días de dura escasez alimentaria, no tuviésemos que pasar por los procedimientos burocráticos al mejor estilo de la Cuba del periodo de emergencia, originado por la caída de la poderosa URSS. Ya van para las ochos y comienza la primera revisión de la lista, por parte de un hombre de la Milicia Bolivariana. La gente se va apilando en la fila, primero los discapacitados y enfermos, de segundo se arremolinan los ciudadanos de la tercera edad y por último el resto de la gigantesca cola.

A las nueve y cincuenta, y con el sol que parte tejas, aparece una funcionaria ataviada con su casaca roja del Ministerio del Poder Popular para la Alimentación, quien a gañote tendido comienza a gritar que llamará uno por uno de los que están en la lista, previamente elaborada durante toda la madrugada, para quitarles la cedulas e incorporarlas al sistema, con el fin de evitar que un bachaquero compre y deje desabastecido al país. La última gota gorda de sudor me hace recordar que tenemos patria y el anuncio de Maduro cuando designó al Estado Mayor de Abastecimiento.

Casi es mediodía, ahora con el catirito más arrecho que nunca, y en medio del gentío tapándose con lo que tenga la inclemencia solar, de nuevo otro funcionario, a gritos comienza a pasar lista con el bojote de cedula en la mano, y uno a uno nos envían a que nos vayamos acomodando en el mismo orden a 10 metros de donde se encuentra la entrada principal del Híper Vacío Mercado. Por fin a eso de la una de la tarde, te dejan entrar, para que tomes posesión de un carrito equipado con 4 kg de carne brasilera, 4 paquetes de arroz, 4 de harinas, 2 litros de aceite y ½ kg de detergente.

Cuando pensaba que me había quitado los efectos del calor callejero, adentro y en la nueva cola hacia el cajero, comenzaba la otra cara de la ofensiva económica anunciada por Nicolás. El local tiene meses sin aire acondicionado y lo que te sirvió para cubrirte del Astro Rey, ahora te sirve de ventilador; de manera que el recinto se transformó en un solo soplar de ancianos y lamentos de la gente, quienes de paso aguantaron el discursillo de un militante de las UBCH, gritando: ¡Cálmense! ¡Tengan paciencia! Aquí todos somos ubch, aquí todos somos Chávez.

Justo cuando estaba a un puesto de la caja registradora, llegó otra funcionaria informando que la carne había sido aumentada a 96 Bs el Kg y quienes no puedan llevar los 4 kg pueden romper los empaques y tomar hasta donde les alcance. Allí me recordé del estudio realizado por la Cepal sobre la economía para América Latina y el Caribe 2014, donde señala que en Venezuela entre 1998 y 2013, la inflación acumulada ha sido de 3.120%. Pagué mi bolsita de comida y prometiéndome no volver me preguntaba: ¿Hasta cuando carajo el país se calará esta humillación bicentenaria?

DC/Douglas Zabala/ @douglazabala

 

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