La intolerancia llegó a los mercales

A las 4.00 de la mañana llega Maira Salgado, a la cola de un mercal improvisado en el barrio Miraflores de la parroquia Antonio Borjas Romero. Más de 100 personas estaban en el lugar cuando empezaron a repartir los números. A salgado, madre de dos hijo y habitantes del lugar le tocó el número 146. A su alrededor muchos vestidos de franelas rojas. Ella vestida de fucsia y sus hijos de blanco.

La calle 101 del barrio se convirtió en una feria porque dentro del punto rojo que funciona en el barrio, se instalaron unas mesas y expusieron alimentos a precio regulado. En el portón de la entrada otro hombre vestido de rojo fiscaliza a los que pasan, pero aunque empezaron a atender a las 6.00, a las 10.00 de la mañana no había pasado la primera centena de compradores.  

Alba Nuñez, líder de la comunidad o patrullera, como se le conoce en el barrio, aseguró que la venta se volvió “un chichero” porque la llegada de los alimentos fue improvisada. “Anoche nos trajeron esto. Nosotros no sabíamos”. Vilma Leal, licenciada en Gestión Social para el desarrollo local y vecina del barrio Torito Fernández, apoyó la opinión de Nuñez. “Esto está desorganizado porque hay arriba una cúpula de chavistas sin Chávez, pero que los vamos a derrotar”.

Los vestidos de rojo tienen preferencia, denunció Deris González, quien también se califica como pueblo. “Tienen el suéter rojo, entran y compran de una vez, porque son el hijo del patrullero o la mamá del patrullero. Aquí hay cola pareja y vemos que entra gente recién levantada, que durmieron bien, no madrugaron y ya salieron con la bolsita”.

Un fuerte grito interrumpió la denuncia de González. Fue Juan Antonio Hernández, uno de los vecinos vestido de rojo quien exclamó: “siempre hay irregularidades en estos mercales, porque el que diga que no se está cayendo a embuste. Sigue la cola porque se tardan, pero sí están atendiendo”.

A las 11.00 de la mañana a Salgado, la número 146, no le habían permitido comprar los dos kilos de harina, azúcar y leche que estaban vendiendo por persona. Tampoco los dos pollos, ni los dos litros de aceite. Su indignación se acentuó cuando por exigir celeridad en el  proceso, alguien le soltó la frase: “váyase de aquí escuálida, váyase”.  Sin pena Salgado gritó con contundencia: “Yo soy venezolana y también tengo el derecho de comprar aquí. No me importa que después de haberles gritado la verdad no quieran venderme en ningún mercal. Pero no dejaré de hacer lo que debo hacer, que es exigir mi derecho porque soy igual de venezolana que los que se visten de rojo”.

Más personas gritaron y ahora en coro: “Váyase, esto es un acto chavista, váyanse. Fuera, no volverán, esto es de los chavistas”.

Juan Pablo Guanipa, concejal de Maracaibo, aseguró que ese es el verdadero problema en Venezuela. “Esto no es un acto de chavistas. Un mercal, un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) o una escuela bolivariana son de todos los venezolanos. Quien atente contra ellos es un loco. Pero quien atente contra un venezolano que quiera hacer uso de esos beneficios, también es un loco. El problema es que quienes están en el poder, o quienes se visten de rojo, como los identifican en Antonio Borjas Romero, cofunden lo que es campaña y partido, con lo que es Gobierno y Estado. Y están equivocados. Los mercales no deben beneficiar sólo a chavistas, sino a todos los venezolanos. Bien por reclamar sus derechos porque venezolanos somos todos”.

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