YO LO LLAMO IRONÍA EN LOS PIROPOS

Mis primas me regalaron mucho de su sentido del humor y me enseñaron a bailar, que siempre debes bailar al menos dos canciones con una dama y que nunca debes hacerlo con un vaso en la mano. Curiosamente a pesar de tanta presencia femenina nunca tuve lo que se llama una “habilidad” para conversar con las mujeres, en especial mujeres bonitas y no me refiero solo a “echarles los perros” quiero decir simplemente conversar.

Aquellos que me conocen saben cómo me gusta conocer gente (en pequeñas dosis), y hasta ahora han sido ya muchas personas increíblemente brillantes las que he tenido la suerte de conocer. Cuando han sido hombres no ha habido problema, pero cuando se ha tratado de mujeres, oh Dios; las manos me sudan, mi cabeza se llena lagunas y mi elocuencia suele irse a tomar un café con mi sentido del humor. Debido a esto, claro, tuve grandes frustraciones durante mi adolescencia, tanto así que decidí darme por vencido y aceptarlo. Iba a morir virgen.

Y fue en ese momento en el que todo mejoró. Me relajé. Y comencé a darme cuenta que sin necesidad de tanto esfuerzo iba conociendo, y conversando, con mujeres sumamente interesantes y hermosas. Esto por supuesto no implicó una mejora significativa en mi vida amorosa, porque cuando el interés idiotizante de una ilusión se me metía en la cabeza siempre terminaba estragando todo al momento de conversar. Claro, con el tiempo las cosas fueron mejorando, y cuando finalmente conseguí a una mujer con la que conversar ya no era un problema simplemente me relajé y me senté ahí a escucharla hablar.

Pero aún hoy día esa intimidación ante la presencia del sexo opuesto es una prevalente, por varias razones. Una de ellas es la banalización de la mujer ante los ojos de gran cantidad de hombres y esto me frustra porque hace aún más complicado dar un sencillo halago. Cada vez que un hombre se dirige a una mujer bonita sin razón aparente esta de inmediato se pone a la defensiva, y no es de extrañar yo también lo haría si no fuera mujer (Una mujer bonita, no una versión femenina de mí, porque sería tan fea que no me querrían tocar ni con una puntador laser) y es que ya el objeto de interés no es la dama en cuestión, no. El propósito de cortejar a una mujer bonita se ha convertido en un paso más en hacer que mi vida sea igual a un reggaeton barato cualquier reggaetón. Entonces todo se trata del yo masculino, de la consecución de un montón de cosas materiales que unos músicos tipos han decidido que son las cosas que representan el éxito y la felicidad: Mujeres, carros, barcos, discotecas, fiestas, dinero. Entonces para ellos decirle a una mujer algo como “Mami, que rica estas” es un gran piropo, pero porque en el fondo es la “ricura” lo que les importa, el placer propio. 

Para mi piropear a alguna dama es una cuestión de estrategia extraída de El arte de la Guerra de Sun Tzu que siempre termina con evasión y fuga: Primero evades toda señal de interés hacia la dama en cuestión, y justo en el momento en se aleja de tu vida para siempre le dices algo bonito. Ella entiende que no hubo interés más allá de la galantería y si hay suerte nos regalará una sonrisa. Y he aquí la ironía de este escrito, lo más probable es que nunca la vuelvas a ver.

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