Los 10 “nunca” del matrimonio

 1. Nunca hablen mal del cónyuge con nadie

La ropa sucia se lava en casa, reza un dicho muy sabio. Es mejor que los problemas se hablen y se resuelvan entre los esposos. Involucrar a terceros, puede complicar las cosas, pues aunque la tormenta pase, los miembros de la familia siempre lo recordarán, o peor aún, tomarán partido de forma poco objetiva.

La comunicación sincera y oportuna es la mejor solución. Si lo que se busca es un consejo, es mejor buscar a alguien neutro, ajeno a la familia, de preferencia a un asesor espiritual, terapeuta familiar o alguna pareja con más experiencia y capacidad de orientación.

 

2. Nunca hablen ni piensen en singular

Desde el momento en que ambos dijeron “acepto” se convirtieron en una sola carne y una sola alma. Esto también implica compartir los bienes materiales, por lo que se debe pensar siempre en plural al tomar decisiones, principalmente las que implican dinero. De igual forma, el lenguaje debe ser coherente con ese compromiso, es decir, hablar en plural cuando se refieren a proyectos o actividades comunes: “nuestra casa”, “nuestro auto”, “fuimos a pasear”, “decidimos dejarlo para después”, etc.

 

3. Nunca se griten

Los gritos son una falta de respeto que deteriora las relaciones, no son propios del lenguaje del amor. Existen otras formas de expresar los desacuerdos y las diferencias. Además no es el ejemplo que queremos dar a nuestros hijos, ¿con qué autoridad les pediremos después que no griten a su hermano, a sus compañeros o a nosotros mismos?

“Cuando discutan, no digan palabras que los distancien, pues llegará el día en que la distancia sea tan larga que no encontrarán más el camino de regreso.” *Autor desconocido.

 

4. Nunca se duerman sin terminar una discusión

A veces la indiferencia o el silencio parecen resolver los problemas, pero esto no es cierto. La mejor herramienta es la comunicación oportuna, cuando ambos tengan sus pensamientos claros y fríos. Si bien hay que tomarse un tiempo para meditar antes de hablar, no hay que dejar que la discusión termine hasta el día siguiente, pues empeorará las cosas.

 

5. Nunca dejen de retroalimentarse

En algunos casos los grandes conflictos son consecuencia del represamiento de pequeños agravios que se viven en el día a día. Cuando algo de su pareja no le guste (un gesto, una palabra, un comportamiento…) comuníqueselo de inmediato y juntos busquen la salida. Solucionar las cosas a tiempo, impide que se alimenten rencores y se agranden los problemas.

 

6. Nunca pongan a sus hijos antes que al cónyuge

Si bien es cierto que los hijos demandan atenciones y cuidados de parte de los padres, hay que tener claro que la prioridad es la pareja. Si los cónyuges están bien, los hijos también lo estarán. La armonía entre los esposos genera un ambiente estable y feliz para los hijos.

 

7. Nunca discutan frente a los hijos

Los hijos deben ser un factor de unión en el matrimonio. Una pelea frente a ellos no solo les puede generar inseguridad, sino efectos a largo plazo como agresividad, ansiedad y depresión. Si hay algo que discutir, habrá que guardar las palabras para después, buscar el momento y lugar adecuado.

 

8. Nunca pierdan el romanticismo

El romanticismo es uno de los aliados por excelencia que tienen los esposos para mantener vivo el amor a través de los años. Es por eso que los cónyuges no deben descuidarse y menos dejar que otros aspectos les roben el espacio mutuo. Se deben dar tiempo para estar solos, sin los hijos. Cada día debe estar lleno de detalles para volver a enamorar a la pareja, resaltando sus virtudes y no sus defectos.

 

9. Nunca entren en conflicto con la familia del cónyuge

La relación con la familia política es la piedra en el zapato de muchos matrimonios. Pero aún en los casos donde por diversas razones no es posible una fraternidad con la familia de origen del cónyuge, hay que conservar un mínimo trato de cordialidad y respeto, por el bien de todos.

 

10. Nunca se olviden de Dios

Por último, pero lo más importante, ubicar a Dios como centro de la vida matrimonial y familiar. Si Dios está presente en la vida cotidiana y en todas las decisiones, con seguridad que el amor reinará en el hogar.

DC/Familia.info

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